sábado, 6 de febrero de 2010

CICELY. Alaska


Una calle. Una sola calle, o dos a lo máximo. Aunque no se trataria de una calle al uso sino de una amplia avenida con un precario asfalto y pendiente pronunciada. A ambos lados una retahíla de casas entre medianeras, tan solo sesgada por algún solar en estado de abandono puro, una plazoleta donde, puntualmente, se instalan los feriantes, y alguna que otra bocacalle con final indefinido, configuran el resto del paisaje urbano. La mayoria de construcciones tienen reminiscencias de la arquitectura americana del siglo XX. Edificaciones de madera, fachadas enlistonadas de madera, ventanas de madera, colores suaves y esa fragilidad de los materiales apreciable a simple vista. Otras, solamente enfoscadas y sin pintar, mostrando un aspecto descuidado, forman una agradable y particular combinación de estilos diferenciados propios de un pueblo donde el buen criterio urbanístico brilla por su ausencia. La iglesia, de madera -como no-, y de minúsculas dimensiones, emerge del resto de edificios, aunque sin mucha convicción. Su altura no es exagerada, aún teniendo en cuenta su puntiagudo campanario. En su austero interior se practican actos religiosos en contadas ocasiones, sobre todo considerando que su ordenante es un antiguo exconvicto, que ni siquiera es sacerdote. El bar, otro curioso edificio. Quizás el único dotado de unos ventanales acabados en arco de media punta, y con aberturas rectangulares equidistantes en su fachada lateral. Destacar, también, su elevado acceso, obviando por completo cualquier medida de supresión de las barreras arquitectónicas.
Siguiendo el paseo virtual por la arquitectura rural, observamos más de lo mismo. Fachadas rectangulares apaisadas, otras perfectamente cuadradas, unas acabadas en pico de cubierta, pequeñas aberturas, y revestimiento rústico. Otra estancia a tener en cuenta : la consulta del doctor. Una sala de espera, con secretaria incorporada, un despacho de visitas y un aseo, eso es todo. A diferencia del resto, ésta dispone de grandes cristaleras en la entrada y cortinas venecianas que tamizan y ordenan la luz y, a su vez, impiden desde el exterior apreciar con claridad el mobiliario de su interior, de dudoso criterio decorativo.
Resumiendo, una calle que da mucho de sí, una calle que representa y escenifica la vida cotidiana y costumbrista de un pequeño pueblo situado en el estado de Alaska, llamado Cicely. Y no solamente es su arquitectura lo que llama la atención, sino también la atávica vida de sus ínclitos, peculiares y metafísicos habitantes.
El doctor Joel Fleischman, judío neoyorquino, egoísta y egocéntrico, que atraviesa un complejo proceso de adaptación al medio. Maurice Minnifield, ex astronauta, influyente mecenas millonario y patriarca del pueblo. Holling Vincoeur, cazador y trampero canadiense, cazado por su joven y encantadora mujer 40 años más joven que él, aunque dotado de unos longevos genes aristocráticos. Maggie O'Connell, femenina y feminista, piloto de aviación, que comparte una singular e insólita relación de amor-odio con el Dr. Fleischman. Chris Stevens, exconvicto, solitario y atractivo locutor de la K-OSO, deleita diariamente a sus oyentes radiofónicos con citas filosóficas y literarias dificilmente comprensibles. Y Marilyn, recepcionista y enfermera del doctor Joel, conocedora de todas las costumbres indígenas, mujer parca en palabras y experta en largos silencios capaces de irritar al alma más templada.
Éstos, y algunos más, son los personajes de mi serie predilecta, considerada ya una serie de culto y veneración -al menos por mí-, titulada originalmente "NORTHERN EXPOSURE", y retitulada aquí "DOCTOR EN ALASKA".
Un saludo,
Jordi Carner

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